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sábado, 2 de junio de 2007

“E” de existencia, de libertad y de hombre verdadero


Truman: Who are you?
Christof: I am the Creator - of a television show that gives hope and joy and inspiration to millions.
Truman: Then who am I?
Christof: You're the star.



Parte de la naturaleza del ser humano nos lleva a preguntarnos asuntos primordiales de nuestra existencia. Los cuestionamientos trillados de los libros de moral se hacen presentes cuando la persona siente crecer en su interior una angustia por no conocer el inicio concreto de su esencia: “¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Existo en realidad?”

¿Pero qué sucede cuando el hombre tiene una vida tan sencilla, centrada en sí mismo y por demás cómoda? Los cuestionamientos se apagan y el hombre se muere en espíritu. No hay libertad de elección y mucho menos conocimiento de sí mismo.

Peter Weir, director de “The Truman Show”, nos empuja a cuestionarnos ¿cómo sería la vida del hombre si el determinismo rigiera nuestras vidas? La respuesta es simple: no seríamos seres humanos. Las personas necesitamos experimentar el dolor para sentirnos vivos, necesitamos decidir para ejercer nuestra libertad y sobre todo amar por el verdadero compromiso, la responsabilidad y el deseo.

Truman Burbank era el experimento lucrativo de Christof, un productor de TV pretencioso. La mano de su “creador” llevó a Truman a hallarse en una vida marcada por el engaño y por la falta de la letra “e” en su nombre, hasta que un día siente el “cosquilleo” natural de los seres humanos. Sabe que existe algo más allá de su entendimiento. A partir de entonces, Truman se convierte en un ser humano, en una persona capaz de elegir y opta por el amor y la libertad.

El subjetivismo de Burbank lo proyecta hacia su futuro. Su angustia eliminó el quietismo influenciado por la “cueva” obscura en la que vivía. En ese momento, la letra “e” se hace presente en su nombre y ahora podríamos hablar de Tru(e)man Burbank, un hombre verdadero, que siente, elige y necesita de los demás para existir.

Gracias a la facultad humana de la libertad podemos elegirnos a nosotros mismos y autodeterminarnos. Sartre lo explica de la siguiente forma en su libro “El Existencialismo es un humanismo”: “El hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad”.

Truman no tenía emoción en su vida. Su carencia de espontaneidad nos hace recordar al maravilloso señor Meursault de Albert Camus. Sin embargo, esa pureza llega por fin a Burbank. Ahora es un hombre responsable y congruente; ahora es FELIZ.

“Somebody help me, I'm being spontaneous”
Truman Burbank

lunes, 19 de marzo de 2007

Memoria inmemorable, forjadora de identidad



Eternal sunshine of the spotless mind (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), obra escrita por Charlie Kaufman y dirigida por Michel Gondry: tematiza dos aspectos que constituyen a la conciencia y a la mente: el sueño y la memoria.

La película muestra cómo la psicología humana representa un abismo profundo difícil de conocer aunque sea un poco, la mente del hombre es un agujero inmenso y cada uno es capaz de perderse en su propio interior interminablemente. Ya san Agustín lo había visto: el alma humana es un profundo abismo inabarcable, siempre lleno de recovecos.

Respecto del tema del sueño, Kaufman intenta mostrar como la vida toda podría formar parte de un sueño. Mientras Joel (Jim Carrey, quien por cierto logra una buena actuación fuera de la comedia), dormido y por decisión propia, recibe un proceso neurológico para olvidar todos los recuerdos acerca de una mujer (Kate Winslet), viaja por todos los resquicios de su propio inconsciente y su memoria buscando de qué manera no olvidar aquel amor que ha vivido.

Más allá de hacer una mera descripción sobre la complejidad de la mente, Kaufman muestra cómo la identidad personal se va construyendo con la propia historia. Cada suceso y cada momento de nuestras vidas va forjando nuestra propia identidad y nuestra propia esencia. Desde un punto de vista en el cual la existencia precede a la esencia, el hombre va haciéndose a sí mismo no solamente a través de su biografía y sus momentos vividos, sino a través de la memoria de ellos.

Recordar no solamente es volver a vivir, sino que recordar significa ser alguien en un momento y en un espacio. Como dice Víctor Frankl: haber sido es la manera más segura de ser. Hay momentos que marcan de tal manera nuestra propia vida que, aunque sean funestos, siempre es mejor no olvidar. Porque al final del día, esos momentos nos constituyen como lo que somos, y es ahí donde aparece lo que podríamos llamar: la voluntad de memoria.

Los personajes de la película, se van dando cuenta de la importancia no de olvidar, sino de vivir cada momento como un instante nuevo. En medio de sus diálogos surge la famosa doctrina nietzscheana sobre el eterno retorno de lo idéntico, en la cual se ensalza a aquellos que pueden olvidar, ya que pueden vivir de nuevo cada instante. Gracias a esa comprensión del tiempo y la memoria, se hacen conscientes de que la voluntad de memoria representa nuestra voluntad de ser quienes somos, de afirmarnos por encima del devenir y surgir con una individualidad irrepetible, construida a través de todos los sucesos, inclusive el más nimio e insignificante.

El método neurológico sugerido (quizá no tan fantásticamente) por Kaufman para eliminar a las personas de nuestra propia biografía representa la necesidad no de olvidar, sino de integrar las experiencias a nuestro presente y de atrevernos a conocer y a reconocer cada vez a las personas con quienes nos relacionamos.

Eternal sunshine of the spotless mind recuerda a Sófocles con su tragedia, ya que sostenía que ante el sino y la fatalidad nada había que hacer. A pesar de ello, y a pesar de que estemos condenados a vivir un amor o un suceso doloroso, depende de la voluntad de cada individuo la decisión sobre qué hacer o cómo actuar respecto de lo que la vida nos presentará.

Con base en una narrativa fuera de una línea sucesiva-temporal, Kaufman no permite que el espectador pueda predecir lo que sucederá en la escena siguiente. Y es ese mismo espectador quien, después de haber sido manipulado por la narrativa presentada, termina agradeciendo la existencia de su memoria, que es lo que lo hace forjar su identidad.