martes, 12 de junio de 2007

Memento

Christopher Nolan es complicado. O complicadón. Pero de que es bueno, es bueno.
Con Memento (título insoportablemente traducido a 'Amnesia', háganme el favor), logra componer o descomponer una narrativa envolvente. Y digo envolvente porque eso es justo lo que pretende ser: la envolutra en la que el espectador quede atrapado. Envoltura hecha de recuerdos o de memorias inciertas o inexistentes.
Problemática planteada: daño cerebral.
Efectos y síntomas: pérdida de la memoria a corto plazo.
Consecuencias: asesino.
Nolan utiliza estas tres variables no tanto para construir una historia sino para que el espectador lo haga. Con una estructura en la que el tiempo se narra al contrario de la vida real, Nolan nos recuerda a la gran Irréversible de Gaspar Noé (aunque posterior a Memento), pero se sitúa en las antípodas de ésta. Si bien para Noé el destino es un lugar incontrolable para la voluntad humana y no hay marcha atrás, parece que en Memento se nos propone la vida como un continuo volver a empezar. Como si cada instante fuera una nueva oportunidad. ¿Para qué? Para lo que vos gustéis.
Una vida construida con base en pequeñas fotos y recados, tatuajes e incertidumbres es lo que mueve a Leonard (Guy Pearce) a seguir con su vida fracturada en momentos no mayores a un día. Guiado por sus propios recados, escritos en papeles, fotografías y su propia piel, busca al asesino de su esposa. Asesino que tal vez haya muerto o tal vez nunca existió. Nolan invita a sus lectores -porque la película debe ser leída- a mirar una vez más la realidad y repensar la estructura desde la cual comprendemos nuestras propias biografías.
El film de Nolan no reconstruye sino que destruye la estructura lineal de los hechos para presentarnos por qué la vida espera ser dotada del sentido que a nosotros nos plazca. Para Nolan no hay hechos netos, o en bruto, sino que cada subjetividad se imprime en ellos y podemos ver problemas en donde no los hay, o ver la gloria y la alegría en donde existe la agonía y la muerte. Pero tampoco hay memoria, sino que el pasado desaparece tras nosotros dejando unr astro que debe ser leído, y en su lectura, recosntruimos en cada caso nuestra propia identidad. ¿Quienes somos? ¿Los que hemos sido? Pero si no sé quién he sido, entonces soy quien se me antoje recordar que soy, y qué es lo que debo hacer.
No es que sea una película con moraleja, pero parece que la propuesa se acomoda en ese sentido: no es que estemos determinados, pero nuestra vida está iluminada por el pasado. Tengamos o no memoria de él. Los recuerdos quedan en nosotros como tatuajes de los que no podemos safarnos. Pero es ahí donde se abre la brecha: ¿confío o no confío en mi memoria? ¿Las cosas sucedieron tal y como las viví o es mi fatal imaginación la que produce realidades? Es papel del espectador decidir eso. O intentar recordarlo.

2 comentarios:

charp dijo...

Es chistoso que salgan dos de Matrix en esa película, jeje.

Pero eso sí, es muy buena.

Kathya dijo...

bueniiiiiisima, una de mis favoritas!