lunes, 28 de mayo de 2007

Camus, un Sísifo rebelde

El pensamiento de Albert Camus puede estar, para algunos, bastante trasnochado. Si bien es cierto que el existencialismo ha perdido la pujante importancia que tuvo en la segunda mitad del siglo XX, algunas de las cosas que se proponen estos hombre no son tan descabelladas.
Producto de una razón cansada de sí misma y llena de hastío de violencia y de cambios revolucionarios en una cultura decadente, el existencialismo logra desentrañar el nudo del conflicto temporal, que es esta vida humana.
Para Camus, la existencia es un absurdo y la única manera de ser congruente con esta situación es proclamar el absurdo mismo de la razón.
No tiene sentido desear, no tiene sentido buscar un infinito. Es absurdo que busquemos aquello que, de antemano, sabemos que no encontraremos, y en el caso de que lo encontremos, no nos dejará satisfechos.
Camus es el Gorgias del siglo XX. No hay ser. Y si hubiera ser, no lo podríamos conocer. Aún en el caso de que lo conociéramos, sería absolutamente incomunicable. Camus agregaría, de manera chistosota pero un tanto intencionada: si lo pudiéramos comunicar, a nadie le interesaría. O no debiera interesarle, si es que quiere vivir verdaderamente.
Meursault, personaje principal de El Extranjero, es un tipo sin adjetivos. Es el hombre sin rostro que sólo siente ira cuando le imponen una cierta fe. Meursault es el antihombre que se encuentra a sí mismo actuando pero que en esa acción no ve un destino, ni una finalidad. Las propias intenciones y promesas han sido eliminadas y el absurdo kafkiano del mundo omniabarcante, suprime por completo a la subjetividad, de manera que se haga del abusrdo algo razonable.
No desear, no sentir, no pensar, no querer. Meursault es un Sísifio del siglo XXI, pero un Sísifo rebelde, que no está dispuesto a seguir absurdeando, valga el neologismo. Sísifo tiene todavía el brillo en sus ojos de la inocencia y la ilusión, es humilde. Meursault es el gran hombre rebelde, soberbio, que le dice la verdad al mundo y se la escupe en la horca: “me da igual que me maten –dice Meursault- he matado un hombre porque lo he matado. ¿Porque he querido? No creo. ¿Para mostrar algo? Tal vez, pero no soy yo quien quiere mostrar algo”. Por que es Meursault quien quiere hacer que el absurdo se muestre a través de las acciones y de la justicia que el juez le quiere impartir.
Camus, sin embargo, es un gran médico. Hace clínica y encuentra el mal de sus pacientes. El mal de la apatía. ¿La cura? Mala pregunta, diría Camus. Apatía es la cura, enfermedad es la solución. Así que Garrik fue el primer congruente y mártir de la causa.
Ante este antihumanismo que pretende ser verdadero, ¿qué lucha y qué destino le tocan al hombre? ¿Por qué vivir en este mundo? Ante una racionalidad que se ha aniquilado a sí misma, no hay ningún destino. Ante un logos que se autofagocita, el hombre se desploma. Meursault lo ha mostrado con su propia vida y con su muerte. ¿Postura ética? Ya depende del lector elegir lo que más le plazca. Ser razonable y quedarse prdido en la apatía de abusrdo, o ser un total irracional y seguir buscando con su acción el sentido de la vida humana.
A continuación, Camus reloaded. Del día en que combatió al absurdo.

2 comentarios:

Edgar Rodriguez dijo...

Hola, acabo de leer "La muerte feliz" novela de Camus publicada de forma postuma. Creo que de alguna manera, ese absurdo de El extranjero, denota aqui hacia otros rumbos, la búsqueda ade la felicidad. La novela demuestra el constante interes de Camus en la único y verdaddero problema de la filosofia que el mismo delata en el mito de Sisifo, si la vida vale o no la oena ser vivida.
un saludos

El Justo Medio dijo...

Creo que con Camus la cuestión no es tanto preguntarse hacia qué rumbo va el absurdo propuesto por él. Más bien, es sólo cuestionarse la propia vida y ser crítico en todo momento tanto de ella como de nuestro propio bienestar.
Evitar ser un animal sano, en pocas palabras.